Si habéis leído alguna de mis entradas, veréis que siempre pongo algunos libros inspirados sobre el país o las ciudades a visitar. En esta ocasión no os voy a hablar de ninguna ciudad o país, pero me gustaría dejar una pequeña introducción de la familia Romanov, para poder conocer quien sucedió a quien. Y si quieres conocer un poco más de esta familia, te recomiendo que leas estos dos libros: el Testigo invisible de Carmen Posada sobre el final de la familia Romanov y la revolución rusa; La hija del Zar de Erickson Carolly que recrea la vida de esta familia, a través de la historia de Tatiana, una de las cuatro hijas del último zar. Son dos buenos libros para llevarte en tu viaje por el Transiberiano.

La invasión de los polacos en 1606, acabó con la dinastía Ruríkida, la que fuera la dinastía del famoso Iván el Grande. Después de la expulsión de polacos en 1612, la Asamblea Nacional formada por representantes de las clases políticas, eligió al primer zar Romanov.

Miguel Romanov, de 16 años de edad, sería el primero de una dinastía que reinaría hasta 1917. A esta dinastía pertenecía Pedro I, llamado El Grande por su impresionante altura de 2,24m. Pedro I fue también quien derrotó al ejercito sueco y quien acabó con el Imperio Sueco. Le sucedió su hijo. Sin embargo, a los 6 meses de que éste subiera al trono, su esposa Catalina lo dispuso en un golpe de estado dirigido por su amante de entonces, quien sería asesinado poco tiempo después. Catalina la Grande había llegado a Rusia a los 15 años, para casarse con el hijo de Pedro I. De ella se ha dicho que cambiaba de amantes como quien cambia de camisa.

Tras ella siguió su nieto preferido Alejandro I quien sufrió la derrota de Napoleón en Austerliz. Más tarde subió al poder Nicolás II, quien comenzó las grandes deportaciones de políticos a Siberia, los conocidos como «Decembristas«. Éstos eran políticos exiliados, que se los enviaba a Siberia para que no contaminaran la Rusia Europea con sus ideas liberales importadas de Europa Occidental. Posteriormente le siguió su hijo Alejandro II y posteriormente Alejandro III. Con ellos dos, continuó aumentando el descontento del pueblo, aumentaron las huelgas y los alzamientos de obreros y campesinos. Alejandro III, quien curiosamente inauguró la ruta Transiberiana, murió en un accidente de tren.

Nicolás II sucedería a su padre y sería el último zar de la familia Romanov. Durante su reinado, Japón derroto a Rusia en 1905, lo que supondría una conmoción nacional. En la Primera Guerra Mundial sufriría otra humillante derrota en la batalla de Tannenberg. Esto daría lugar a la Revolución de febrero de 1917 y obligaría al zar a aceptar un gobierno provisional. Pero después de que Lenin tomará el poder del gobierno provisional en octubre del mismo año, el zar se ve obligado a abdicar. Tras la abdicación del zar, en marzo de 1917, y mientras el país se encontraba sumido en el caos, el gobierno provisional decidió retener a la familia imperial en San Petersburgo. Cuando los bolcheviques tomaron el poder, transportaron al zar y a su familia, junto a algunos sirvientes, primero a Tobolsk y posteriormente a Ekaterimburgo.

En la primavera de 1918, los siete miembros de la familia imperial fueron confinados en la casa del comerciante local Ipatiev, en Ekaterimburgo. A mediados de julio, cuando las tropas de los Rusos Blancos (seguidores del zar) se acercaban a Ekaterimburgo, los bolcheviques comenzaron a entrar en pánico. Sabían que, si los seguidores del zar conseguían liberar a la familia imperial, la guerra civil podría dar un rumbo definitivo contra sus intereses.

Finalmente, la noche del 16 de julio 1918 , los soldados que custodiaba al zar y a su familia los despertaron en mitad de la noche, los trasladaron al sótano de la casa y los dispararon. Se cree que la decisión de asesinar a la familia imperial fue tomada por uno de los dirigentes del partido más cercanos a Lenin. Los soldados dispararon a toda la familia y a todos los criados de la casa. Cuando terminaron de disparar se dieron cuenta, que las 4 hijas y la zarina todavía estaban vivas. Se dice que esto se debió a los diamantes y joyas preciosas que llevaban cositas en sus ropas, que actuó como una armadura y paró los disparos.

Después de la ejecución se deshicieron de los cuerpos, sabiendo que si los Rusos Blancos descubrían los restos de la familia imperial serían utilizados como propaganda contra los bolcheviques. Empezaron incinerando a María y Alexéi, pero se dieron cuenta que tardarían días en quemar a todos los demás, por lo que arrojaron al resto en una mina y les rociaron con ácido. Pero incluso así, la mayor parte del ácido se filtró en el suelo y permitió que se conservarán sus huesos hasta 73 años más tarde. Los restos de cinco de los miembros de la familia Romanov se encontraron en una mina abandonada a 16 km de Ekaterimburgo.

Los restos de los Romanov volvieron a salir a la superficie en 1976. El tema era tan delicado en aquel entonces, que el descubrimiento se mantuvo en secreto hasta que los restos quedaron excavados totalmente en 1991. Gracias a las pruebas de ADN se han conseguido determinar los restos de tres hijas: Olga, Tatiana y Anastasia y los restos del zar Nicolás II y su esposa Alejandra. Los cuerpos de Alexéi (único hijo varón del zar) y de su cuarta hija María nunca aparecieron. Por eso, se cree que estos fueran incinerados los primeros. En 1998, los restos de la familia real recibieron sepultura en la Catedral de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo, al lado de sus antecesores.

Hay una serie – documental muy interesante sobre el final de la familia Romanov que recomiendo ver. Se trata de una mini serie de 5 capítulos que puedes encontrar en Netflix: Los últimos zares.

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